A veces, el silencio, te devuelve, como un precioso eco, voces amigas, voces cercanas que añoras y celebras; son las voces de los que están contigo, aquí, allí... Y también de los que se fueron. Nos regala de nuevo sus risas hasta compartirlas. Derrama su olor, compañía segura y confortable, para que, en ese aroma, nos envuelva el abrazo que perdimos. Recupera para nosotros caricias y miradas de pupilas limpias, valientes, amadas. Hace que regresen, guiándote hacia la luz, manos queridas, cálidas y protectoras. Nos concede entonces el inmenso consuelo de saberlos contigo. La esperanza. Otras, sin embargo, el silencio solo trae silencio. El de la ausencia lacerante, el de la herida. El silencio de la soledad. El de la nada.